La mejor de todas las medicinas
La mejor de todas las medicinas, es como siempre, el amor
En los tiempos actuales las enfermedades mentales tienen cada vez mayor protagonismo. Algo que antes era ocultado y silenciado es ahora abiertamente expuesto. Estamos ante una realidad social que, desgraciadamente, va en aumento.
“La noche también es blanca” Montse Baldrich (Miret Editorial) trata de la vida de un hombre, Nico, diagnosticado de esquizofrenia paranoide, con un pasado de drogas y alcohol, y una infancia marcada por la violencia en el entorno familiar. Y de una mujer, Maite, de alto nivel cultural, felizmente casada, con dos hijas y una vida cómoda y estable.
Ellos se enamoraron cuando eran sólo unos adolescentes. No volverán a verse hasta pasados 25 años. Maite se encuentra entonces con un ser marginal, estigmatizado por la sociedad, rechazado por la familia, sumido en la peor de las desesperaciones. Decide ayudarle y ambos emprenderán una tiránica lucha contra la enfermedad, el alcoholismo y el rechazo social.
Sin embargo, algo surge entre ellos de forma inesperada. Un amor imposible entre dos seres humanos.
Hace unos años tuve la fortuna de conocer a Montse. A lo largo de este tiempo, hemos tenido múltiples ocasiones para charlar sobre los caminos insondables y misteriosos de la mente humana. Me impresionó la pasión con la que buscaba respuestas, preguntaba y preguntaba insaciablemente, queriendo saber, queriendo entender, queriendo hacer algo.
Y claro que lo ha hecho, creo que, con su obra, en mi opinión magnífica tanto en la forma como en el contenido, maneja magistralmente la emoción para llegar a la razón, a la comprensión de lo que significa verdaderamente la enfermedad mental desde los que de verdad la sufren: el paciente y los que le aman.
Hace unos días, me llegó por e-mail uno de esos power points que recorren el mundo de ordenador a ordenador y que, en muchas ocasiones, transmiten cierta dosis de sabiduría popular.
En él, un personaje pregunta a un paciente si padecía locura y éste le contesta <no parezco locura, la disfruto>…tras unos minutos, cuando la sonrisa ya se había borrado de mis labios, comencé a reflexionar sobre la sabia respuesta.
Es cierto que la locura, técnicamente llamada esquizofrenia, puede generar en quien la padece un verdadero infierno. En el transcurso de mi ejercicio profesional lo he visto en multitud de pacientes, pero también es cierto que, una vez compensada la fase aguda, nos encontramos con personas realmente diferentes… Muchas veces persisten síntomas como ideas delirantes o alucinaciones que no solo no hacen sufrir al paciente, sino que le permiten tener una vida interior satisfactoria donde, frecuentemente, son protagonistas.
No es menos cierto que, como ha sido objeto en múltiples debates en congresos psiquiátricos, bajo el título de “Genio y locura”, nos damos cuenta de que realmente, <para ser un genio hay que estar loco>, en el sentido de que es esa característica esencial de la locura, la de poder percibir la realidad y procesarla de una forma muy diferente a como la hacen el común de los mortales.
He visto muchos pacientes que han sido tratados, medicados con un solo objetivo: hacer desaparecer cualquier síntoma de la enfermedad, con lo cual, si bien antes se usaba camisa de fuerza de tela, ahora se les pone la camisa de fuerza química, dejando completamente anulado al paciente. Ciertamente, ya no delira ni alucina, pero tampoco tiene sentimientos ni emociones y casi es incapaz de pensar.
No es ese el camino. El paciente debe ser tratado exclusivamente para que deje de sufrir o sufra lo menos posible, pero conseguido eso, hemos de aceptarlo tal y como es, con su forma de estar en el mundo diferente, comprendiéndolo, no excluyéndolo, potenciando todo lo que es capaz de hacer y crear, que en muchas ocasiones es mucho.
Creo que Montse ha realizado un trabajo de investigación y creación magnífico y nos enseña en esta obra, que la mejor de todas las medicinas es, como siempre, el amor…
Dr. Antonio García-Castrillón Sales. Médico Psiquiatra
En el recuerdo y la memoria de Teresa Masip y el agradecimiento de Miret Editorial y Joan R. Miret