“A la sombra de tu recuerdo” ¿Que Puede llevar a una persona al suicidio?

¿Qué puede llevar a una persona al suicidio?

¿Que sienten las personas que han vivido de cerca este suceso?

¿Cuánto dolor siente una madre con la perdida de una hija?

Muchas veces nos encontramos en la búsqueda de respuestas. “A la sombra de tu recuerdo” Pilar García (Miret Editorial), nos adentra en el pensar, el hacer de Ana después de una situación traumática que le lleva a vivir lo que jamás hubiera imaginado:

Llegué a casa como cualquier día, metí la llave en la cerradura y sólo giró una vez… Me extrañé, no debía de haber nadie. Entré y pregunté alzando la voz: ¿hay alguien en casa?  No obtuve respuesta, pero me asusté, no había ningún signo que me hiciera pensar que alguien hubiese podido entrar. Seguramente, al irme, había tirado de la puerta sin echar la llave.

Todo estaba en su sitio, todo en orden o eso creía yo. Dejé las llaves en la mesita de la entrada. Colgué el bolso y la chaqueta. Entré en el lavabo y me lavé las manos y fui hacia la cocina, como siempre, para preparar la comida y esperar a que llegase papá y tú. 

En la mesa sin recoger aún estaba tu desayuno, el vaso de leche a medias y las tostadas. La televisión encendida, casi sin volumen. ¡Laura!, empecé a llamar mientras te buscaba. Subí las escaleras hasta llegar al umbral de tu habitación. La puerta estaba entreabierta, una luz tenue se dibujaba en el suelo, entré y te vi descansando en tu cama, abrazada a tu peluche preferido, el que te ayudaba a dormir en tus noches infantiles. Hacía mucho tiempo que el osito ajado había dejado de interesarte. Levanté la persiana y me tropecé a los pies de la cama, con un pequeño bolso que mostraba lo poco que había dentro; un carmín roto, un maquillaje derramado, una caja de preservativos, también destrozada y ropa interior color rojo, desconocida para mí, hecha jirones. Fue entonces cuando vi encima de la mesita el frasco de pastillas caído. El corazón se me aceleró. Pastillas esparcidas encima de una carta de tu puño y letra. Me acerqué con miedo y con esperanza, te toqué, te susurré y me derrumbé. Me encogí sobre el estómago, quería gritar, pero la sequedad de mi boca lo impedía.

Perdí la conciencia.

Más tarde me enteré que papá llegó también a su hora habitual para comer y nos encontró a las dos. Tú en tu cama; yo, en el suelo a tu lado…

Muchas veces nos encontramos en la búsqueda de respuestas, aunque no siempre las encontramos.

“Una venda en los ojos” nos adentra en el pensar, el hacer de Ana después de una situación traumática que le llevará a vivir lo que jamás hubiera imaginado.

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